http://www.enchanteddoll.com/
Esta joven rusa cuenta que hacer cada muñeca le cuesta entre 150 y 350 horas, y el resultado son delicadas muñecas de fina porcelana, articuladas mediante bolas. Utiliza mohair y sedas para los cabellos.
The Enchanted Doll- Muñecas made in Rusia.
jueves, 26 de marzo de 2009
Mark Khaisman- Arte con cinta de embalar
lunes, 23 de marzo de 2009
http://www.khaismanstudio.com/
"La técnica consiste en superponer varias capas de cinta en los lugares adecuados para conseguir los distintos tonos y sombras, trabajando en una superficie traslúcida colocada sobre una fuente de luz. Mark se inspira en gente, lugares y cosas que le permitan reinterpretar clásicos del arte usando su medio y su método." La web oficial de Mark Khaisman.
¿HACIA DONDE VA EL ARTE?
SUPERTIBURONES
Un tiburón de Wall Street, el especulador Steve Cohen, pagó 12 millones de dólares por un escualo momificado en formol por el taller de Damien Hirst, presunto artista británico. Tal ha sido el encuentro del arte y de la vida en el siglo XXI: del tiburón en formol artístico con el tiburón financiero de la manada que ha causado la crisis económica del 2008.
El tiburón se ha convertido en el punto tangencial entre dos mundos que solían estar y deberían continuar separados: la especulación financiera y el arte. Este encuentro, que se veía venir, estaba cantado desde que el arte arrojó sus credenciales estéticas y sustituyó los cánones por precios, sus valores por dinero. La intromisión del mercado en el arte ha abocado a la subasta de tiburones en formol - y otros animalitos-por un cínico pesetero que ha logrado hacerse pasar por artista gracias a los capitales invertidos en él por un publicista llamado Saatchi.
La subasta que organizó el exultante Hirst el 15 y 16 de septiembre del 2008 en Sotheby´s para ahorrarse las comisiones de los galeristas y el hecho de que en ella pujaran el propio Hirst y sus amigos para subir los precios han colmado el vaso del esnobismo artístico y han provocado, por fin, protestas y descontento entre las gentes del arte, callados desde que los críticos se equivocaron con los impresionistas hace más de un siglo.
Las macabras instalaciones del taimado Damien han soliviantado a más de un amante del arte, entre otros, a Robert Hughes y Mario Vargas Llosa. Las protestas inteligentes de ambos se estrellan, como ellos mismos lamentan, contra el muro del todo vale, es decir, la ausencia de criterios para evaluar las obras. Ese muro tras el que puede refugiarse la incompetencia fue alzado por las vanguardias a partir de 1910. Los artistas rompedores de inicios del siglo XX no sólo abolieron la pintura figurativa o la música armónica, sino también, por medio de los teóricos que los promocionaron, las teorías estéticas por las cuales se evaluaban las obras. La demolición fue tal que ya ni siquiera hay modo de saber si algo es arte o no. La última y repulsiva disolución del arte contemporáneo es la de animales en formol.
(La Vanguardia)
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